jueves, 5 de agosto de 2010

LOS TEMPERAMENTOS

LOS TEMPERAMENTOS EN GENERAL

El Dr. Jorge Hagemann escribe en su Psicología: "Las modificaciones (o las diferencias) de los estados generales del alma se refieren menos al conocimiento que al sentimiento, o sea menos al espíritu que al corazón. No tanto en el modo de conocer cuanto en la manera de sentir y apetecer se manifiesta cómo el corazón, centro de los sentimientos y afectos, es en unos y otros más fácil o lenta, más profunda o superficialmente excitable. Esta diversa excitabilidad del corazón o el diverso temple, conque un alma se inclina a un determinado sentir o apetecer, se llama temperamento. Si consideramos los rasgos fundamentales de los temperamentos individuales y los agrupamos según su semejanza, se pueden dividir en cuatro grupos, a los cuales ya la antigüedad dio sus nombres estables, uniendo arbitrarias teorías con acertadas observaciones: temperamentos sanguíneo, colérico, melancólico, flemático. Estos temperamentos se distinguen entre sí en cuanto que la excitabilidad del sanguíneo es fácil y superficial, la del colérico fácil y honda, la del melancólico lenta y profunda, y por fin, la del flemático es lenta y superficial. Ya que el corazón (el sentimiento y afecto) está tan íntimamente relacionado con el espíritu y la fantasía, la diversa excitabilidad del mismo tiene, en consecuencia, una diversa actitud en el mismo entendimiento y fantasía".

El temperamento es, pues, una disposición fundamental del alma, que se manifiesta particularmente, cuando esta recibe una impresión, ya sea por ideas y representaciones o bien por acontecimientos exteriores. El temperamento nos da la contestación a esta pregunta: ¿Cómo se conduce el hombre, qué sentimientos lo embargan, qué móvil le impulsa a obrar, cuándo algo le impresiona?. Así por ejemplo: ¿cómo se porta el alma, cuando es alabada o reprendida, cuando se la ofende, cuando advierte en sí cierta simpatía o tal vez antipatía hacia tal persona, o cuando, en ocasión de una tormenta o de hallarse de noche en un camino solitario, le sobreviene el pensamiento de un inminente peligro?



Aquí cabe hacer las siguientes preguntas:



1. Ante tales impresiones ¿se excita el alma con rapidez y fuerza, o por el contrario con lentitud y debilidad?



2. Bajo tales impresiones ¿se siente el alma impulsada a obrar de inmediato y a reaccionar con rapidez, o bien siente la inclinación de esperar y estarse tranquila? ¿Muévenla tales casos a obrar con ardor, o a postrarse más bien en un estado de pasividad?



3. ¿Esta excitación del alma dura por largo o corto tiempo? ¿Quedan grabadas en el alma por mucho tiempo tales impresiones, de manera que con su solo recuerdo se renueve la excitación, o sabe el alma sobreponerse de inmediato y con facilidad, de modo que el recuerdo de una excitación no llega a provocar otra nueva?



La contestación a estas pregunta nos lleva como por la mano a los cuatro temperamentos y nos da al mismo tiempo la clave del conocimiento de cada temperamento particular e individual.

 
TEMPERAMENTO COLERICO
El colérico se excita fácil y fuertemente; se siente impulsado a reaccionar de inmediato; la impresión queda por mucho tiempo en el alma y fácilmente conduce a nuevas excitaciones.








El sanguíneo, así como el colérico, se excita fácil y fuertemente, sintiéndose asimismo impulsado a una rápida reacción; pero la impresión se borra luego y no queda mucho tiempo en el alma.



El melancólico se excita bien poco ante las impresiones del alma; la reacción o no se produce en él o llega después de pasado cierto tiempo. Las impresiones, sin embargo se graban muy profundamente en el alma, sobre todo si se repiten siempre las mismas.



El flemático no se deja afectar tan fácilmente por las impresiones, ni se siente mayormente inclinado a reaccionar; y las impresiones, por su parte, muy luego se desvanecen.



El temperamento colérico y sanguíneo son activos; el melancólico y el flemático son más bien pasivos. En el colérico y el sanguíneo hay una fuerte inclinación hacia la acción, y en el melancólico y el flemático por el contrario hacia la tranquilidad.



Los temperamentos coléricos y melancólicos son apasionados; conmueven y repercuten muy hondamente en el alma; al paso que los sanguíneos y los flemáticos no tienen grandes pasiones, ni inducen a fuertes arranques del alma.



Si queremos conocer nuestro propio temperamento, no debemos comenzar averiguando si tenemos o no en nosotros los lados fuertes y débiles, anotados más arriba a cada temperamento, sino que debemos contestar ante todo a las tres preguntas poco ha enumeradas. Lo más fácil será considerar esas preguntas, en cuanto se refieren a las ofensas que recibimos. Y lo mejor de todo será abstenernos al orden siguiente: ¿Suelo aceptar las ofensas con dificultad y a regañadientes? ¿Acostumbro guardarlas en mi interior? - Caso de tener que contestarnos: De ordinario no puedo olvidar ofensas; las guardo en mis adentros; su recuerdo me renueva la excitación; por mucho tiempo guardo mal humor; por varios días y aún por semanas enteras trato de evitar la palabra y el encuentro de la persona que me ofendió, - es este nuestro caso, estemos entonces ciertos de ser o coléricos o melancólicos. Podemos en cambio, decirnos: No suelo guardar rencor, ni mostrarme enojado con otros por mucho tiempo; no puedo menos de quererlos, a pesar de la ofensa; y aunque quisiera mostrar mal humor y mala cara, no puedo hacerlo más que por una o dos horas, - en este caso somos sanguíneos o flemáticos. Convencidos de ser coléricos o melancólicos, sigámonos preguntando: ¿Aféctanme con fuerza y rapidez las ofensas? ¿Lo dejo entrever en mis palabras y maneras? ¿Siento un fuerte impulso al inmediato desafío y réplica ofensiva? ¿O soy capaz de mantenerme exteriormente tranquilo, mientras hierve el interior? ¿Me abochornan, perturban y desalientan de tal modo las ofensas, que no hallo una palabra conveniente o el ánimo necesario para contestar, resignándome por ello al silencio? ¿No me acontece a menudo el no sentirme ofendido en el momento mismo de la ofensa para caer unas horas después o al día siguiente, en un extremo estado de postración? - Si nuestra contestación a la primera serie de preguntas es afirmativa, somos coléricos, y si a la segunda, somos melancólicos. - ¿Hemos llegado a la convicción de ser sanguíneos o flemáticos?, entablemos con nosotros mismos el siguiente interrogatorio: ¿Al recibir una ofensa, me enciendo y encolerizo al instante queriendo obrar con precipitación? ¿o consigo mantener la tranquilidad? En el primer caso somos sanguíneos, en el segundo flemáticos.



Solo si con este ejemplo hemos llegado a conocer nuestro temperamento, podemos averiguar si poseemos las notas características particulares, tales como más adelante se las ha de señalar a cada temperamento. Podemos entonces profundizar el conocimiento de nosotros mismos, y en especial podemos llegar a conocer el grado de desarrollo, a que han llegado los lados fuertes y débiles de nuestro temperamento, descubriendo al mismo tiempo las modificaciones que nuestro temperamento predominante haya podido sufrir por mezclarse con otro.




2 comentarios:

  1. Que excelente trabajo eres grandioso tu si que eres un profesional no como otros que aparentan, sigue adelante

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